NARRATIVA

Hay una nena que gira”- Torres Agüero Editor. Buenos Aires 1988 –CUENTOS

Primer libro publicado  de la autora en un momento interesante de la Argentina: el retorno a la democracia luego de la última dictadura militar, hay marcas en lo argumental y en el clima de este particular momento histórico el conjunto de diecinueve relatos: la mención de la Guerra de Malvinas, el autoritarismo dentro del espacio íntimo de la casa o la escuela, cierto sofocamiento y encierro de unos personajes  marcados a veces por la imposibilidad y otras por la frustración.  Aquí se trazan los espacios arquetípicos: el patio, la casa, el barrio que serán el universo de la autora y se tematizan los vínculos familiares que irán convirtiéndose en un leit motiv en futuros textos.
El libro fue editado gracias a la obtención del Premio del Fondo Nacional de las Artes con un jurado integrado por Luis Gregorich, Libertad Demitrópulos y José Luis Víttori.

                           

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RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS sobre  “Hay una nena que gira”


Revista Crisis: 
Dos citas abren este libro y discuten entre sí planteando, en torno de la infancia, una imagen idílica y otra terrible. Desde la primera página la niñez queda instalada como un espacio contradictorio. Así, la nena que en estos cuentos lee la realidad familiar y social que la rodea, tendrá esa tensión entre la aparente inocencia que culturalmente se les endilga a las impúberes y una dúctil capacidad para dar cuenta de las oscuras intenciones de los otros. Una mano segura guía la escritura de estos relatos donde la descripción juega un rol dramático y dota de sentido a ciertos fragmentos aparentemente insignificantes de la vida. Este libro mereció el Premio del Fondo Nacional de las Artes 1987 en su rubro. (Torres Agüero)
                                                                                                                                  Buenos Aires 1988.


Gustavo Geirola en La Gaceta de Tucumán 
“…no se trata aquí de un anecdotario o de un biografismo impresionista, sino de entrar en la vibración de una escritura que hace de la infancia una escena, y de la narración una mirada abultada de objetos, de gestos, de pequeñas ceremonias. No son cuentos, tampoco relatos independientes: es como una novela sin coagular… donde podría uno pensar que se ha superado el esquema tradicional genérico. Fuera lo que fuese, los “relatos” (según los designa la contratapa)  se remiten unos a otros por distintos niveles…
…no es una novela de intriga, tampoco la de una totalidad: es un devenir (“mis idas y venidas”) de la escritura por un espacio perdido, un tiempo perdido, irrecuperable, salvo en la textura que habilita el cruce del lenguaje con los fantasmas. Al estatismo de la fotografía, sigue la movilidad del sujeto (gira), que hace de cada cosa un sitio, familiar, siniestro.  No se trata de recuperar un lenguaje infantil, sino de rememorar lo que permanece infantil en nuestro lenguaje infantil, y lo más infantil de todo: los lugares, los nombres de lugar, que permanecen en esa zona material, presemiótica, para la cual toda sintaxis (y el texto de Verolín es aquí impecable) aparece como un a victoria parcial, una distancia incierta con lo que permanece innombrable, el Otro, la Muerte. 
Los sitios textuales son como cajas chinas: una casa, un patio, Floresta (una manzana), la escuela y en lo más arcaico la metamorfosis espacial de rostro de la abuela. Los sitios cambias al contacto con la palabra, porque esta que vuelve a los mismos lugares (por algo hay una cita de Saer) y a los mismos objetos de la infancia, convocan las ausencias para hacerlas un teatro…”  “…Teatro de la infancia o la infancia como un teatro, anterior al alfabeto, donde mamá y papá y todos han muerto, o no, o permanecen todavía en el congelado gesto de una fotografía, que comienza a moverse, que insinúa apenas una historia. Es una fuga, una escritura poblada de voces exilantes y recurrentes como los barquitos de papel que giran alrededor de la manzana del barrio: escritura que desacomoda el tiempo, que falsea los datos, que no deja más que versiones y una sola certeza: la muerte, campo de fundación de la palabra…”
“Palabras que resultan del osario, palabras que pierden letras, palabras que convocan dudosos acontecimientos, verdades familiares que no se sabe si aborrecer o festejar. La escritura de Verolin… ha logrado el equilibrio exacto para ir dosificando la consistencia de la angustia: se ejerce desde una especie de distancia que simula una conciliación con la muerte y con el tiempo.”
                                                                                                         San Miguel de Tucumán     octubre 1988.


Libertad Demitrópulos- Acto de presentación en Buenos Aires
“  … desde el punto de vista de la mirada  y la palabra de mujer, este libro me señaló a mí la existencia de un vasto territorio que hacía alguien que venía del silencio, de ese continuo entre cuerpo y escritura que llevaba siglos de clandestinidad escribiendo en papelitos escondidos en la cocina, sin el tema, sin el preámbulo, sin la anécdota explícita,  sin miedo al vacío y sin la vanidad de lo lleno. Mientras lo leía fui notando características que sólo corresponden a un tono de mujer, como es la capacidad para entrar y salir del texto, igual que las mujeres cuando se sentían sorprendidas escribiendo escondían rápidamente el papel hasta una nueva oportunidad.
El texto descarnado, crujiente y a la vez muy poético de Irma Verolín se interrumpe de cuando en cuando para decir “¿Yo?” … Este nuevo discurso, esa escritura sobre páginas en las que otros habían escrito y que había que lavar y desteñir y reconstruir es la palabra de mujer. Y es claro que esas palabras arañan y raspan la poesía y hacen crujir el centro de los cuentos. Y en cuanto a los personajes los hace hablar con el secreto de las contraseñas. Es la palabra que entra y sale del texto y por eso mismo no le teme al vértigo del balbuceo…. Es una escritura situada en zonas intermedias, sin pender del desenlace, el cual suele llegar de golpe para quedar ahí suspendido. Una tiene la sospecha de que en cualquier momento la escritora puede retomarlo y variar la corriente. Esta mirada y esta palabra forman un texto que no tiende a terminar ni a cerrar i a clausurar nada.  Solamente se sostiene en el continuo, en la zozobra y en el balbuceo, con zonas entrecruzadas, fragmentarias, desarmables, como una poética absolutamente no pedagógica… Su poética se alimenta de las zonas oscuras de la propia vida personal y social, vistas bajo una nueva luz. Las experiencias de a edad, del amor, la tortura del mundo doméstico, la orfandad y a la vez una niñez regada con una abundancia de diminutivos y tías, las mutilaciones de las mujeres de su familia y el espejo y, frente a él, el silencio. Irma Verolín ha escrito un contratexto que es el habla y la escritura de las mujeres que han sido nuestras madres y abuelas a costa de la pérdida de su propio yo.  Una actitud frente al lenguaje que exige borrar el discurso prestado, a esta escritura hay que reconocerla, hay que desmenuzarla e integrarla a las voces altisonantes de los que restallan en la superficie social y de los que son dueños de la palabra y bajan línea. Verolín ha revisado su propia vida y se puso el espejo de las vidas de todas las mujeres de su historia personal. Y para hacer esto, naturalmente, se necesita audacia. ”
                                                                                                                             Buenos Aires Junio 1988

                                                                        
Angélica Gorodischer:
“Me encantó que esté bien escrito y que muestre el sentido del humor que todos tenemos y que muchos ocultan cuidadosamente. Me gustó muchísimo.”
                                                                                                                                        Rosario julio 1988


La voz del interior.
“La capacidad narrativa de la autora es evidente como su talento imaginativo. Estas condiciones en una escritora joven son altamente halagüeñas por cuanto están posibilitando una obra futura de calidad… Irma Verolín sabe narrar, su ojo es escrutador y por eso descubre perspectivas y situaciones cotidianas logradas con objetividad y expuestas con naturalidad, el texto va creando un mayor interés en el lector. Hay en todo el libro una sensación de soledad e incomunicación. Los personajes viven sus mundos limitados esperando la felicidad o dicha que saben son merecedores y se sienten expatriados de un cielo a la medida de sus sueños.”
                                                                                                               Ciudad de Córdoba diciembre 1988.


El Litoral de Santa Fe. Susy Thomas
“Hay una nena que gira” es uno de esos libros casi cinematográficos en los que el escritor pone empeño en hacernos ver la panorámica, el primer plano, el detalle impregnado de signos. Se lee como mirando lo que la autora cuenta.”
                                                                                                                                  Santa Fe agosto 1988

Ana Lía Amores
Obviamente este no es un libro convencional, por la calidad de su narración, las descripciones de corte popular, su sentido del humor y el aporte hacia una mejor comprensión de la situación de la mujer en la sociedad argentina. Merece su lectura”.
                                                                                                                                                         1988.

El territorio –  Lucrecia Jeanneret
Su autora que nació en Buenos Aires en diciembre de 1953, retoma en una veintena de relatos una infancia transcurrida entre cuatro calles de su barrio, Floresta, y donde la muerte tiene una obsesiva frecuencia, en medio de imágenes por contraposición, tan vitales, tan expresivas que más que desentrañar, se “ven”  las escenas, consecuentemente, sus personajes….”
                                                                                                                                Posadas. Misiones. Setiembre 1988.                           

       
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“El puño del tiempo”-  Editorial EMECE- Buenos Aires  1994 - Premio EMECE 1993-94,   NOVELA

Una novela peculiar especialmente en relación con su tono en el que se combinan los farsesco, lo lírico y lo humorístico, acercándola por momentos al grotesco criollo. El relato podría inscribirse en la clásica novela de iniciación  - una niña que intenta comprender el mundo de los adultos- con un matiz evocativo pero que es desmantelado por sus indiscutibles rasgos paródicos. Ciertos mitos del peronismo de los cuarenta y los cincuenta y su período de proscripción operan sobre la trama con incidencia. Entre sus personajes está la madre moribunda, el padre militar, la tiradora de cartas emblemática e irónicamente llamada “Argentina”, Betty Boop y Superman que salidos del comics alcanzan carnadura y se desenvuelven en cierta medida en el mismo rango de los personajes centrales aunque tamizados por las prefiguraciones ansiosas y oníricas del personaje de la madre. La tensión en este relato está en el tratamiento del lenguaje que rescatas giros y expresiones de los años cincuenta y el contraste de registros tonales aparentemente discordantes, lo que se impone como un desafío formal en la escritura.
La novela fue finalista en el Premio Planeta de Argentina, fue publicada por Emecé al haber obtenido el primer premio por un jurado integrado por: Alicia Steimberg, Isidoro Blastein y Antonio Dal Masseto. Posteriormente obtuvo varios premios nacionales como obra publicada.
              

                                 




RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS SOBRE  "El puño del tiempo"

     Alicia Steimberg
“Lindo relato, irónico, de una mujer que evoca su casa, su familia, moviéndose con soltura en un vaivén en el tiempo. El pasado de la familia es nuestro pasado reciente, desde la década del cincuenta. Es notable cómo los personajes en el recuerdo semejan marionetas, muertos en vida que gesticulan. Es una historia compacta, fiel al estilo que propone de entrada, donde se mezclan sutilmente realidad y fantasía. Los rincones, los recovecos del texto, revelan a una escritora con recursos de esos que no se pueden enseñar. En Irma Verolín son innatos”·
                                                                                                                                Buenos Aires  1994


      Isidoro Blaisten
“Es una novela de rica imaginación, trabajado lenguaje e intensidad lírica. Su estructura es sólida y su interés creciente. Lo irreal se desvanece en la ambigüedad y la ambigüedad se vuelve cotidiana.”
                                                                                                                                Buenos Aires  1994 


      Antonio Dal Masetto
 “Me impresionaron la riqueza y madurez del estilo y la ironía impiadosa con que la niña protagonista registra y juzga el mundo que la rodea”
                                                                                                                                Buenos Aires  1994 

     Gabriel Montergous
“Es,  en esencia,  una elaborada y sutil pintura en la que el interés novelístico queda postergado siempre por las excelencias de una escritura a la vez poética y descriptiva, minuciosa pero también vaga y alusiva, naturalista pero con bastantes toques de narración fantástica….”  “El ritmo de la novela, moroso, no es el que buscará el lector ansioso de aventuras, ése que, sobre todo, anhela que “pasen cosas”. En “El puño del tiempo” las cosas que pasan son conmovedoras o terribles, pero ni son tantas ni suceden marcha vertiginosa. El lector atento encontrará, en cambio, fragmentos de asombrosa belleza en los que oficio, sensibilidad y don poético se conjugan admirablemente.” 
                                                                                 1994. Diario de ciudad de Buenos Aires que no se ha podido registrar.


     El Sur (diario : Concepción, Chile) Guillermo Chandía C  
  Esta escritora argentina inició su carrera literaria en 1987 y con esta novela ganó el premio Emecé. Sorprende por su madurez, facilidad y prolijidad del relato que discurre muy fluido, atrayente. La trama es algo surrealista y cuenta algunos años de la vida de una niña (desde el vientre materno) cuya madre coqueta teme que su hija se vaya a parecer a Betty Boop. El padre (obtuso militar antiperonista), una cartomántica, un raro abuelo, una casa semi-embrujada y de extraña arquitectura, un loro suicida. El desfile de personajes va creando un tejido absurdo en que la vida revela tonos ridículos que contribuyen al aislamiento de los personajes. A ratos, los cambios de situación hasta parecen psicodélicos.
                                                                                1995. Concepción. Chile


La prensa .  Irene Ferrari
“La acción transcurre en la década del cincuenta. Los personajes señalan claramente su posición política y el tema del peronismo de aquella época está manejado con una buena dosis de juego e ironía.  Sin embargo a pesar de las precisiones históricas, subsiste un efecto de anacronismo, ambigüedad y extrañeza producido probablemente por la perspectiva desde la cual se narra… La narradora a la que nos referimos  conserva la aceptación que la infancia tiene de la fantasía y describe el absurdo del mundo en que vive con parecida naturalidad a la de García Márquez… este clima peculiar está sostenido por una lenguaje coherente en el que las palabras adquieren extraños poderes. Los recursos de estilo, tantas veces  esclerosados por la costumbre, se vuelven del revés para dibujar un universo vagamente diferente, vagamente semejante al nuestro.
Hay también una curiosa objetividad, falta de sentimientos, una especie de lejanía humorística en la narradora con respecto a los hechos que relata, muchos de ellos realmente terribles, traumáticos para una niña de corta edad…
“El puño del tiempo” es una novela para leer respetando su ritmo. Contiene una línea argumental nítida que se puede sintetizar en pocos renglones pero está largamente bordada, con multitud de pequeños detalles y notables efectos de estilo con los que complacerse.”
                                                                                                              Buenos Aires    Agosto de 1994


        La Nación. Angel Mazzei
“Dos planos se advierten en esta novela extraña por su tema, su desarrollo y su estilo. Uno lo integra la visión de la niña, que descubre el  mundo y en la profundidad de su mirada extrae de las cosas insospechables perfiles, aspectos originales y dota a sus figuras esenciales de las presencias y el movimiento de las marionetas por la mano ágil de la autora, impulsadas por un escenario donde lo cotidiano ha dejado de tener el ritmo de la rutina y se transforma en un amplio bazar de sorpresas… Pero frente a este retablo de seres que juegan a vivir, un poco al modo de Vive como quieras, en el film de Capra, también se distinguen en otro plano, la incertidumbre, la imposibilidad de acceder a la dicha, la herida vital que produce el puño del tiempo en la condición humana.
Todo ella contado con fruición narrativa, con riqueza de asociaciones,  técnica alternativamente impresionista y expresionista, con firmeza en la adjetivación y en el uso verbal, sin excluir neologismos y expresiones  coloquiales diversas, dentro de una arquitectura bien planteada que mantiene en sus partes el interés que nace de una imaginación y una capacidad de observar notables.”
                                                                                                                            Buenos Aires agosto 1994


El Litoral de Santa Fe
“La imparcialidad de una mirada infantil es el punto de vista predominante de esta novela que reconstruye la vida de una familia tipo en la Argentina de los años cincuenta… con la misma impiedad de obras como “El fuego interrumpido”  de Daniel Moyano o “La pasión de Rita Hayworth” de Manuel Puig, el pasado se proyecta para mirarse desde afuera con una visión de extrañamiento que no excluye las críticas más feroces,  no dichas explícitamente sino en el planteo de situaciones que hablan por sí mismas.”
                                                                                                     Ciudad de Santa Fe  febrero 1995



 Diario Clarín- Suplemento Cultura y Nación  Alicia Genovese.
“La perspectiva elegida es uno de los modos que pone a funcionar la novela para producir deformaciones de la realidad y constantes fugas de los códigos realistas de la narración En otros momentos la fuga está marcada directamente por la entrada en la esfera de lo fantástico, por ejemplo cuando el orden de la casa es trastocado por las palabras de la madre quien en su agonía confunde los refranes  y con esto provoca catástrofes domésticas en la lineal realidad de la casa.
Otra entrada a lo fantástico se produce a través del mundo de la historieta del que resultan recurrentemente convocados e ironizados Superman y Betty Boop, uno como el héroe positivo, protector y la otra como modelo negativo. Nada peor en el mundo que parecerse a Betty Boop, pensará la madre y temerá por su hija.
El humor, el tránsito de la narración por el borde de lo fantástico, la elección de un punto de vista cuestionable en su credibilidad  actúan en la novela como desarticuladores de lo cotidiano y de lo verosímil. Pero además habría que registrar el desliz que produce aquí la escritura de Verolín hacia otra zona donde el desajuste no puede ser resuelto en burla y el relato se suspende, poéticamente, en la zona de los inexplicables, Verolín revierte frecuentemente mediante estos deslices el tono de aparente ligereza que viene adoptando…
En su estilo se combinan la agudeza para el chiste y una mirada que a través de su percepción puede tensar lo observado. El humor, el discurso del chiste le permite a la autora entrar en los recovecos de realidad que rodea a la niña. El de Verolín es un humor filoso, cruel incluso, pero que no llega al cinismo, como si no necesitase demoler la realidad sino simplemente entrar en ella, en todo caso descalabrándola desde un costado ridículo. Una forma de usar el humor que recuerda a otras narradoras argentinas como Angélica Gorodischer, Hebe Uhart o Alicia Steimberg.”
                                                                                                                     Buenos Aires noviembre  1994.

     La Capital de Rosario- Viviana Peralta

“Vislumbrar esa transparencia imposible parece ser uno de los atributos significativos de lo novelesco, quizá una de las preocupaciones centrales de esta novela de Irma Verolín.
Desde el comienzo la voz de la narradora se convierte en el vehículo excluyente de la mirada de una niña…
Lejos de los paradigmas de la narración proustiana, esta novela, si bien puede ser leída como una nueva variación del tema del tiempo y los mecanismos del recuerdo y la memoria, se me antoja, como una suerte de inversión de “En busca del tiempo perdido”. Los personajes se nos presentan como iluminados por luces truculentas, teatrales. El personaje central  es la propia narradora: la voz donde se articula esa mirada minuciosa que va registrando su exploración del mundo.” 
                                                                                                                    Rosario. Pcia de Santa Fe, octubre 1994


                                                                                            
Diario Primera Edición. Rosita Escalada Salvo.
“ El universo de la novela sirve de soporte a personajes inverosímiles y casi caricaturescos. Lo que llama la atención y atrapa al lector avezado es el originalísimo manejo del idioma, de una prosa detallista hasta lo insólito. Detallista y que sorprende con usos cotidianos, casi vulgares: “para el lado de los tomates”, “al divino botón”, “manga de copiones”, “reverendo chasco”, “largo como esperanza de pobre”, “la gente que iba y venía tan campante”, “la bandera se zarandeaba de lo lindo”, “ni por las tapas” entre otras expresiones similares impecable, cuidadosamente elaboradas.”
                                                                                                                Posadas. Diciembre 1994.


Diario La mañana

“Narrada con una pasión exquisita por el detalle y un lenguaje de delicada factura, la obra relata las vicisitudes de una familia argentina de los años 50 en un mundo en el que hasta los objetos muestran una apariencia deslumbrante”
                                                                                                                      Formosa- Julio 1994


El diario Santa Rosa y La Capital de Mar del Plata- Carlos Cruz

“Pensar el tiempo como realización de una amenaza puede conducir a la desesperación. En otro sentido la idea puede convertirse en una novela. Eso es lo que hace Irma Verolín en “El puño del tiempo”….
Irma Verolín cree que el tiempo sólo se puede contar de modo despiadado. Por eso los personajes se enfrentan sin cesar a una condena que únicamente se atenúa rente a la niña narradora, a quien la edad le permite la expectativa allí donde la sucesión de los días impone la desilusión.”
                                                Mar del Plata, octubre 1994        y   Santa Rosa. La pampa setiembre 1994



                 



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“La escalera del patio gris”- Ediciones Último Reino- Buenos Aires 1987 - Primer Premio de Escritores Patagónicos, CUENTOS

El libro se compone de cuentos que responden al modelo clásico de cuento y por algunos que podrían calificarse dentro del marco de meramente “textual” como “Historia del gato y mi madre en diez actos”, “Las pálidas matronas” o “Apuntes para una biografía” compuesta por fragmentos con unidad temática en sí mismo y autonomía que componen un fresco a la manera de un mosaico, cuyo formato fue tomado del armado de los noticieros televisivos. Con fuertes marcas líricas entremezcladas con humor e ironía el libro se publicó gracias a la obtención del Primer Premio de escritores Patagónicos con un jurado integrado por: Antonio Dal Maseto, Aquilino Isla y Viviana Polli.






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RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS SOBRE "La escalera del patio gris"

    Jornada de Madryn Cultural
“Una mirada sutil e irónica sobre el mundo cotidiano propicia la escritura de estos relatos. Sin embargo lo cotidiano despega su talón de Aquiles de la tierra para trascender el detalle, la anécdota, la pequeñez de la rutina diaria mediante el uso del humor y la poesía. Y lo cotidiano se reduce a unas cuantas tías, a alguien que mira por una ventana, a una madre ausente, a un padre que pinta con tiza sus zapatos de verano o hacer girar el tambor de su revólver. Situaciones simples en espacios rituales, gestos mínimos, secuencias narradas por una voz cuyo tono no se confunde con otros. De modo que no es el gran acontecimiento ni el suceso estridente lo que sostiene estos relatos sino la propuesta de una estética a partir de una manera peculiar de ver el mundo, para constituir otro mundo, un espacio en sí mismo con su particular lógica, sus luces y sus sombras.” 
                                                                                                      Pcia de Chubut . Febrero 1997.


María Tolosa
Se percibe en el libro una voluntad de franquear los límites impuestos para el género, narrar sin que el esquema de armar un relato con principio, desarrollo, climax y desenlace sean la única opción. El modelo de estructura mosaico que le permitió a Camilo José Cela sostener una novela de considerable extensión recurriendo a lo fragmentario en “La colmena” demostró la eficacia del recurso. En algún sentido Verolín se refugia en el desamparo que ofrece lo fragmentario  para componer un fresco que en el caso de  “Las pálidas matronas” muestra a manera de pantallazo la variedad de personajes y en el de “Apuntes para una biografía” permite articular una historia un tanto deshilvanada pero no por eso sin sustentabilidad, una historia sostenida también por sus silencios en la que se combinan la percepción del paisaje, la reconstrucción del pasado y el aquí y ahora del presente del relato en franjas autónomas de narración.  A esta propuesta menos convencional se le oponen y a la vez completan la totalidad del libro, un conjunto de relatos de factura clásica donde el acento está puesto en la creación de una atmósfera y el despliegue de un lenguaje terso y trabajado.


El litoral de Santa Fe- Patricia Severin
     “Meterse en el estilo de Irma Verolín, bucear sus historias es por un lado viajar sin escalas al placer total de la literatura y por otro sufrir de ahogo y desamparo (valga la redundancia) de cada uno de los personajes, en el desencuentro perpetuo de esta familia que está unida para odiarse. No pueden uno sin el otro dándose batallas mutuas, en el lugar donde los silencios, sobrentendidos, malosentendidos no dejan espacio a la ternura. Y paradojalmente la ternura termina por desprenderse de “las piernas de la abuela” o “de la pollera de mamá” y aún de ese hombre que luchaba por hacer la guerra, porque todos son sobrevivientes de un gran desastre de afectos en fuga. Sobrevuela la muerte en una atmósfera de tristeza donde cada personaje abandonado de sí mismo  y de los otros hace un camino inverso: se mueren los jóvenes, viven los viejos que a su vez crían con rencores y separaciones a los nietos, que a su vez mueren muertes cotidianas  de alcohol, cigarrillos, miedo, dudas.
La sensación al leer los cuentos de “La escalera del patio gris” es haber entrado en un mundo cerrado como en la novela “El puño del tiempo” de la misma autora que junto a “Hay una nena que gira”, su primer libro de cuentos, forman una trilogía. Como bien dice Verolín en el prólogo “entre inventar y recordar existe una zona difusa que no es verdad ni mentira…” Agregaría que además la memoria ha desfigurado el recuerdo como cuando una se mira en uno de esos espejos cóncavos o convexos.
La selección de cuentos es impecable. Las partes II y III inauguran un nueva manera de enlazar historias sintetizando, o mejor dicho llegando a la esencia de lo que se quiere decir y ese efecto dislocado de los relatos tan breves produce sin embargo un perfecto estado de continuidad y aprehensión de las sensaciones y contenidos que transmite la idea.”
                                                                                                        Ciudad de Santa Fe        Enero 1998.


  Revista "El muro"
"Una mirada sutil e irónica sobre el mundo cotidiano propicia la escritura de estos relatos. Sin embargo lo cotidiano despega su talón de Aquiles de la tierra para trascender el detalle, la anécdota, la pequeñez de la rutina diaria mediante el uso del humor y la poesía. Y lo cotidiano se reduce a unas cuantas tías, a alguien que mira una ventana, a una madre ausente, a un padre que pinta con tiza sus zapatos de verano o hace girar el tambor de su revólver. Situaciones simples en espacios rituales, gestos mínimos, secuencias narradas por na voz cuyo tono no se confunde con otros. De modo que no es el gran acontecimiento ni el suceso estridente lo que sostiene estos relatos sino la propuesta de una estética a partir de una manera pecualiar de ver el undo para construir otro mundo, un espacio en sí mismo con su particular lógica, sus luces y sus sombras."
                                                                                              Ciudad de Buenos Aires octubre 1997




      María Rosa Lojo:  Historia crítica de la literatura argentina.  Buenos Aires: Emecé, 2000.
 “ Irma Verolín destruye y reconstruye la imagen de una familia tipo con insolente imaginación distorsiva y mordaz ironía, más terrible desde la mirada infantil” .
                                                                                                      Buenos Aires 2000.


                                                                     
                                             
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Una luz que encandila”, Municipalidad de El Colorado, Formosa, abril 2009. CUENTOS

A excepción de “Diario de la muerte de mi abuela” el libro está compuesto por relatos  de trazado clásico. La muerte del padre, un accidente doméstico, la enfermedad del abuelo, la presencia de la mítica abuela podrían agrupar estos relatos, desde un punto de vista temático en la focalización en el mundo de los ancianos pero no falta la mirada irónica sobre un congreso de escritoras ni la profundización lúcida sobre el acto de comer convertido en un mecanismo atroz. “Diario de la muerte de mi abuela” fue compuesto a partir de lo fragmentario que compone un cuadro general en el que es posible avizorar la historia. El cuento que da título al libro constituye una evocación entre la narradora y su amistad profunda con la escritora Libertad Demitrópulos. El libro fue publicado en la provincia de Formosa gracias a la obtención de un premio.





RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS SOBRE "Una luz que encandila"


El litoral de Santa Fe   .P.S.
Estos cuentos son esencialmente clima, atmósfera, que va envolviendo paulatinamente, con morosidad, si prisa, a los lectores. La autora nos lleva así, de a poco, hasta un lugar preciso y donde una vibración aguda, una inquietud profunda nos lleva a conmocionar.
Para lograrlo trabaja entre otras cosas -la ambigüedad, la puesta de ambientes que rozan lo onírico, las preguntas que quedan sobrevolando el texto, los contrarios.  Como en un subibaja, en permanente oscilación, aparecen y desaparecen las dos caras de las cosas… y la idea de la incertidumbre oscila de continuo hasta llegar al lugar que se venía perfilando.
Los detalles y lo cotidiano ponen foco en lo pequeño, y son esos detalles, los que encuadran los relatos. Pero de golpe, en ese transcurrir apacible, cotidiano, aparece un punto que nos lleva al otro lado de las cosas como si nos mostrase el revés del mundo. El cimbronazo nos detiene, volvemos a respirar y hurgamos la fisura, el agujero.
En el mundo de Verolín los padres son figuras lejanas, fantasmas que sobrevuelan recuerdos….
Todo andamiaje de la vida se sostiene en las palabras, en las palabras dichas y no dichas, supuestas o pensadas, elaboradas o comunes. Las palabras son los testigos de que seguimos vivos, lo único que no se diluye cuando Verolín sale a la cacería de si misma en estos cuentos en primera persona.
                                                                                          Ciudad de Santa Fe. Diciembre 2009

Marta Ortiz
 No se apelará a historias extraordinarias ni “rutilantes”, sino que habrá “…un replegarse intenso de los acontecimientos”, como esos movimientos geológicos –se agrega- que originaron las altísimas montañas. En otras palabras, nada fuera de rutina pero sí historias sólidas como montañas. Dicho repliegue intenso del acontecimiento alude –creemos- al relato de raíz auto-referencial, a esa materia múltiple que la experiencia aporta y que el oficio de la escritora transformará en ficción. Ficción que en el caso de Irma Verolin obedece a un oficio narrativo largo y sedimentado (dos libros de cuentos y una novela publicados, narrativa infanto-juvenil e inéditos) que ha encontrado el tono exacto y la fluida voz personal que da cuerpo a un libro que con toda justicia ha sido merecedor en 2008 del Premio Nacional Ciudad de El Colorado.
  Su mirada se abre interrogando a un espacio exterior que se evidencia como lo otro opuesto, diferente al sujeto narrativo: el mundo que se despliega, puede ser tanto devorado en forma de alimento: “la gente se devoraba el mundo mientras el mundo se dejaba devorar”, como es posible en la misma línea imaginar una sucesión de madres alimentando el mundo cuya solidez de pronto resulta carcomida y perturbada por la muerte; un mundo que se percibe como espacio-escenario donde la comedia humana h Algunos cuentos crean climas hiperbólicos, destacan absurdos y ridículos que en ocasiones alcanzan crescendos kafkianos abrá de jugarse hasta la muerte
   La colección culmina con el magistral relato Diario de la muerte de mi abuela, que va aún más a fondo en este original registro. Aquí el tono refleja paciencia, resignación, ironía. La ternura en la mirada: “…esa abuela arrugadita y evocativa…”, de un renglón a otro puede transformarse en humor negro (“…enjaular y desenjaular a la abuela, la nueva rutina que la muerte exige…”) o dibujar el contorno de una caricatura: “…mi abuela que ya es una pajarita declarada…”.
Fuente: http://marta-ortiz.blogspot.com.ar/2010/01/una-luz-que-encandila-cuentos-de-irma.html

                                      
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El camino de los viajeros”- Ediciones  UNL. Santa Fe 2012. NOVELA
La particularidad de esta novela con respecto a la escritura anterior quizá sea un corrimiento del escenario. De la casa y el barrio porteño la narración se traslada a la frontera con el Brasil en la provincia de Misiones y luego a una provincia del interior del país no mencionada específicamente pero que resulta ser Córdoba. La ciudad de Buenos Aires funciona como un espacio añorado siguiendo la tradición de una franja de la línea narrativa creada por escritores de varias provincias del país, la gran meca, la ciudad de los sueños, la pontificada y devoradora metrópolis portuaria. El rasgo distintivo de esta novela es el trabajo con el tiempo y la voz de una narradora que duda de la verosimilitud de su propio relato y juega con la percepción y la evocación, una evocación construida a partir de un conjunto de cartas recuperadas y de una imaginación desvirtuada por el paso de los años y el abuso del alcohol.  La novela obtuvo un importante primer premio con un dinero significativo en dólares pero fue publicada más de quince años después por la Universidad del Litoral en la misma provincia donde se organizó el certamen que la dio como ganadora.










RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS DE "El camino de los viajeros"

Información editorial
 “ La historia transcurre en la Argentina a principios  de la década del ochenta,  poco después de la guerra de Malvinas,  casi al el final de la dictadura militar. Una  joven pareja que vive en la frontera al nordeste del país,  ahogada por una  atmósfera agobiante, recurre continuamente al recurso desesperado de huir bajo la forma de un viaje. Viajes continuos que convierten la vida en una instancia inapresable.  El microclima, los pequeños detalles, las sutiles  observaciones de la vida cotidiana en el monte misionero son interrumpidos por sucesos inesperados o ajenos a lo ordinario que, a pesar de eso, no llegan a la estridencia.
   “El camino de los viajeros” es un relato construido en otra suerte de frontera, la de la verdad y la mentira o la de los hechos innegables y  la suposición. La  ambigüedad de los hechos se va   acrecentando a medida que avanza el relato hasta convertirse en un  rasgo fundamental. Quien narra, en este caso, una mujer que evoca su propia vida en el intento de descifrarla, probablemente no sea un testigo confiable, el tono de su voz  que oscila entre  lo desapegado y lo melancólico, da cuenta de una  peculiar percepción de la realidad.  Irma Verolín creó una novela en la que la vida, la memoria, la escritura  se presentan como un tránsito cargado de sentido aunque, como la mayoría de las cosas, apenas puede ser rescatado de la imprecisión que supone  formar parte del mundo.”

  
Inés Legarreta
“En medio de la selva misionera, rodeados de gente de escasa o ninguna educación que profesan creencias ancestrales (como la existencia de las entidades que habitan monte adentro), una discusión teórico-política, trasladada de la urbe, servirá para anular el silencio.
Hay un mapa, -marcado, doblado, cuidado- , que será extendido infinidad de veces sobre la mesa, el territorio de unión de dos personas que siempre huyen aunque no lo sepan o lo nieguen. Siempre a un viaje sigue otro y, al tiempo, otro, para volver finalmente a la frontera; ese lugar abarcador, que se nombra como monte, en donde todo sucede, ha sucedido, sucederá en una especie de eterno presente. Por esto y por lo anteriormente dicho el lector tiene la impresión de que los protagonistas se acomodan mejor en el universo de Camus aunque discutan sobre Sartre.
Está el monte. Omnipresente. Una frontera viva, ominosa,- llena de gritos y animales peligrosos-, que se traga todo y hay que detener a golpe de machete. Entonces una época de la historia argentina se hace presente de manera sesgada, pero inequívoca. Y los milicos con su carga de violencia casi natural.

….una historia que se va componiendo desde el recuerdo de quien ya no es ni quiere ser la que fue. Y por lo mismo duda sobre lo que escribió y escribe. De manera que al dudar sobre sí misma toda la narración puede ponerse entre signos de interrogación para entrar en terreno difuso, ambiguo;  se imponen entonces variaciones entre realidad y ficción, memoria y desmemoria, lengua y habla; o sea, desde la primera línea del primer capítulo entramos de lleno en terreno puramente literario. Pues esto – indagación literaria -  y no otra cosa es la construcción de esta excelente y desgarrada novela de Irma Verolín, cuya singularidad se da no sólo en el tema sino- y sobre todo – en el tratamiento de la misma.
Los capítulos no decaen en intensidad, en el rigor de los cuestionamientos, en el exquisito uso del lenguaje y en la profundidad de las reflexiones – vitales, existenciales – que se disparan desde los mínimos y cotidianos quehaceres, tales como pasar el trapo sobre los muebles, doblar o desdoblar un mapa o los traqueteos de una valija destartalada. Ideas, deseos, identidades, búsquedas, insatisfacciones, todo resuena y produce eco en la sombra oscura de la frontera aunque ésta se haya corrido – por el acontecer de los protagonistas – al centro del país.
En definitiva, una excelente novela cuyo ritmo, brillo y profundidad no son comunes en la narrativa argentina. Como tampoco lo es el original estilo de Irma Verolín, su autora.”



Carlos Roberto Morán
“Es lo elusivo, aquello que no se termina de decir con total claridad, la “marca” de “El camino de los viajeros”, novela de la argentina Irma Verolín, premiada en 1997 y que sin embargo debió esperar nada menos que 15 años para ser editada. Una verdadera injusticia.
Y lo es porque Verolín aparece como una valiosa voz en el panorama de la narrativa en castellano. Valiosa por su riqueza expresiva, no por la estridencia, que elude en todo momento. La novela transcurre centralmente en Misiones, en la frontera con Brasil, aunque también los personajes –por ser muy viajeros- viven en otros puntos del extenso territorio argentino, como Tilcara, en el norteño Jujuy. O en Córdoba. O en Buenos Aires.
Con todo, los sitios, el paisaje, la realidad histórica (la historia transcurre en el tiempo final de la última dictadura militar argentina, a comienzos de los ’80 del siglo pasado), de cierta manera se diluyen ante la voz de la mujer que narra su vida y, centralmente, que cuenta sus encuentros y desencuentros con Marcos, un médico de frontera.”
“Relato que además se puebla de fantasmas, nunca totalmente explícitos, como tampoco resulta “explícito” el animal al que dan cobijo y a la que ella llama “la criatura”. Un animal que reclama atención y que de pronto se convierte en el centro de la casa. Un animal que también termina separando a la pareja/despareja.”
“Esta novela de tonos, de ambigüedades, de elusiones, reclama un lector atento y dispuesto a integrarse a un juego en el que las anécdotas –que las hay- no terminan tomando un primer plano protagónico, categórico. Me hubiera gustado un mayor “ahincarse” en la historia de amor narrada. Pero Verolín tomó por otro camino, en el que todo se dice a medias, en el que siempre queda más, para contar.”

Carlos Antognazzi  
“Hay, primero, una voz. Una voz que enuncia una historia fragmentada, que procura asirla en un discurso solidario, sensible. Una voz femenina que, como diría Barthes, desea la armonía de una historia que se disgrega, inevitable, en mosaicos difusos. La voz desea recuperar un tiempo y ordenarlo para poder comprender lo que ha ocurrido en ese pasado, quizás no tan lejano…
… Los elementos con que cuenta Verolín son mínimos. Una pareja, el monte, los viajes para buscar lo que llevan consigo en su propio interior, un contexto de violencia que aparece en sordina, en segundo plano. Es cierto que esta calma del discurso sólo puede funcionar, técnicamente hablando, porque se trata de un recuerdo, de una evocación que la narradora hace desde la distancia del tiempo transcurrido. Esa voz que se aísla de los hechos narrados puede hacerlo porque no dice en el momento de los hechos sino años después, cuando llevada por el deseo de contar esa historia pide a “Marcos” que le fotocopie las cartas que le fue enviando para recuperar parte de lo vivido y reconstruir los días en el monte. Pero las cartas son dichas, no aparecen en primer plano. Todo queda supeditado a esa voz que teje y desteje con parsimonia y que dice lo justo sin que necesariamente eso dicho sea del todo cierto o comprensible para el lector, como el capítulo de la “criatura”, ser de cuatro patas que ni Irene, ni Marcos, ni Verolín ni, evidentemente, el lector, pueden saber de qué clase es…
      En esa búsqueda que la protagonista hace de una instancia pasada de su vida hay otro viaje, también. No sólo Irene y Marcos viajan por la geografía ajada de un mapa que se va desgastando con el tiempo hasta desaparecer y tener que reemplazarlo, sino que Irene, años después de los hechos, “viaja” nuevamente desde la relectura de las cartas hacia ese pasado para percibir en los pliegues y claroscuros de una selva y un cuerpo una historia de amor, su propia historia, aquello que permanece por más tiempo que transcurra. La Irene que enuncia ya es otra, lo ha dicho explícitamente al principio de la novela, pero hay algo que subsiste latiendo allí, secreto, misterioso, insondable, y que sólo se puede recuperar desde las brumas a través de la praxis, desde el alborozo siempre renovado de la escritura.  El mundo que presenta Verolín en esta novela no es, seguramente, el real, biográfico, que tiene que ver con las coordenadas de espacio y tiempo de una época arrasada por los días, pero a la vez provoca en el lector un eco, una íntima sospecha de que ese amor padecido hace tanto por Irene y Marcos, en el monte, ha trascendido y se ha renovado en el largo y azaroso camino de los viajeros.”
Fuente: 

Marta Ortiz
La narradora asume un yo maduro que se esfuerza por asir de algún modo y comprender a la joven protagonista de una historia en la que las palabras “viaje”, “frontera” y “mundo” son ejes capitales de la trama. Esta mujer joven ha quedado lejos en el tiempo, una pieza más en la suma de mujeres que componen a esta otra que cuenta, la que en el presente narrativo “es”. 

Se trata de un trabajo laborioso y difícil, ya que quien hoy narra, no se reconoce en la mujer que escribe las cartas; disociada de su versión joven, no existe puente que pueda reunirlas. A pesar de los explícitos datos temporales (años ochenta en la Argentina, fines de la dictadura militar, evidencia que crea un clima denso que lo contamina todo, que no se ve pero se siente o se sugiere ) y espaciales (Tilcara, San Pedro, Buenos Aires, Córdoba, entre otros), la novela recorre un tiempo interior que diluye cualquier atisbo de certeza; abarca un largo cuestionamiento (a partir de los hechos que se recuerdan y rearman, como quien intenta marcar o reconocer un territorio propio a partir del cuerpo que es también memoria). El mundo,  para quien se siente extranjera, es inapresable, como lo es el monte misionero, límite a todo intento de comprensión...

El “mundo” también eje en esta trama, se articula como teatro, sucesión de tablados o escenarios donde el destino del hombre se juega, sujeto a vaivenes erráticos. Ante una relación difícil y a un mundo hostil, la posibilidad del “viaje” brilla como llave mágica que precipita la huída, antídoto contra el peligro, suspensión momentánea de la vida, de la memoria…

En El camino de los viajeros todo cobra una dimensión metafórica: la frontera, el monte, el viaje, el mundo, el alcohol, las sierras, los milicos. Nada es totalmente lo que parece, detrás siempre hay algo más que no se explicita; hay límites infranqueables. Existe un plano tangible y otro intangible: también los fantasmas circulan a voluntad por estas páginas “habitaban la frontera de la casa, estaban justo allí”. Todo dicho a partir de una voz que reflexiona, indaga, se hamaca cómoda en el pensamiento paradójico, deconstruye para volver a construir, las certezas siempre provisorias. Prosa limpia, sin artificios inútiles, no exenta del humor necesario que distancia.

La línea que divide, el límite, es aquí un leitmotiv; alude, de un modo u otro a una misma gran frontera: la vulnerabilidad de la condición humana, que siempre reaparece cuando queremos saber quiénes somos y adónde vamos. Tal certeza parece ser el motor que impulsa a esta narradora-protagonista aplicada al rescate de sí misma a partir de la escritura que recicla y alivia, posiblemente para “llenar espacios y crear así una trama delicada y turbia que la sostenga.”

Fuente:

   
María Angélica González (ministra de Cultura de la Pcia. De Santa Fe)
Estamos frente a un libro enormemente metafórico donde hay una cosa que yo valoro enormemente que es… el viaje, hay un viaje, un montón de viajes reales como explosiones, una pareja que sale al camino con un mapa viejo inventándose la ruta. Un viaje como mirar pasar la vida, un viaje como arrastrar el cuerpo, dice la novela a “a ras del suelo”, un viaje absolutamente corporal, un viaje como movimiento, como la sensación de estar vivo cuando uno está quieto, está clavado en la frontera o está clavado en algún otro lugar como era la dictadura que estábamos como sujetos al miedo pero también al no escape pero también al escape…
En esta novela el viaje está presentado como explosión y se hace la diferencia, por supuesto, entre viajero y turista…yo creo que el viaje no se desvía, como dice Proust. Se detiene, se deja llevar  por caminos secundarios, y el turista  va exclusivamente donde lo llevan y esto se ha perfilado mucho más claro…
…Esta es la historia de una mujer que tiene una serie de espejos donde desconfía. Donde más desconfía es en las cartas que le escribió a su marido, donde no se ve ella misma allí. Parecería que la escritura nunca se encuentra como espejo, que la escritura  jamás es espejo y que la literatura que hacemos a través de las cartas nunca somos nosotros. Y que entonces ¿Cuáles son los espejos?  Y ella hasta se llama como sus cartas dicen que se llama, Irene. Y ese Marcos, médico, en el borde de San Pedro, en la frontera misionera, ese lugar donde viven descarnadamente, lleno de fantasmas que me hicieron acordar a Bradbury que en medio de la noche sale a matar la fantasía de un hombre de su mujer, sale a matar la fantasía porque la ve sonriendo mientras duerme. Está llena de aparecidos y desaparecidos, donde se mezcla la voluptuosidad del amor no tenido en cuenta, el cuerpo sucio o engordado, las piernas largas de una mujer fantasmática. Un montón de fantasmas de los amores del marido como verdaderos aparecidos. Es la historia de una huida, de una fuga de una mujer de Buenos Aires hacia la frontera y todavía le queda la frontera del monte y todavía le quedan los viajes y una madre, la de él, entrometida, que le trae un mapa demasiado plastificado, como el menemismo y dentro de ese mapa plastificado del menemismo no tiene otra cosa que hacer que enclavarse, irse a Córdoba, tener amigos y hacer experimentaciones de las que no ironizo.  Al lado de la selva y de Quiroga y de la tierra como algo que te traga y esas ganas de borrarse del mundo y no ser, eso que te pone la dictadura, a ser a costa de no ser. Y sin embargo nada es explícito, hay fantasmas y aparecidos, hay desaparecidos, hay un bicho o un animal tomado como un hijo, que necesitan como un hijo, un animal que va a ser feroz  hasta que huye hacia el monte. La huida, siempre la huida,  la huida, siempre  la huida. No hay más exilio que la huida, no hay donde quedarse hasta que cuando uno vuelve, vuelve a Córdoba a enclavarse y a encontrar que los fantasmas son mujeres reales, que las mujeres de piernas largas existen, que las cartas de amor existen, que son vulgares como los folletines, sin desvirtuar al folletín al que amamos mucho, pero sin esa cosa fantasmal, ella se queda en unos pocos viajes para desarmar lo que fue una expectativa de huida, pero a la vez una expectativa de diálogo. Viajes como conversación, desde Sartre hasta los laberintos del monte. El viaje como conversación ininterrumpida. Y después está el viaje como silencio absoluto donde se nombre nada porque si hubiera que nombrar algo  sería la palabra “separación”. Entonces, los fantasmas y el viaje del silencio: es la dictadura. El viaje como conversación con uno mismo y con otro. El viaje como huida en auto sobre mapas viejos, sobre rutas desamparadas. El viaje como frontera. El viaje como desperdiciarse a uno mismo. El viaje como silencio para no nombrar la palabra “separarse” o “desaparecer”. El viaje como reencuentro de las grandes ciudades que nos hacen no más que urbanos, con las expectativas  cortitas de una generación que pensaba que no era su lugar Rosario, ni Buenos Aires ni Córdoba, que de alguna manera teníamos que encontrar el mundo y que los límites se tenían que caer. De todo esto habla Verolín en esta novela…
Todo ha sido un discurrir de los espejos que la narradora no encuentra. Ocurre que nosotros no somos nosotros, que en las cartas no somos nosotros, en los espejos no somos nosotros. Y el espejo de la conversación está lleno de ficciones con el otro y de silencios con el otro y de cosas guardadas. No se sabe de su familia nada. No se sabe de dónde vino ni adónde va. Pero sí sabemos que se va aquietando la novela como algo que circula, circula, circula, circula, que rueda, rueda, rueda como en el laberinto, rueda, rueda en un centro y en un péndulo donde se clava. No parece ser otra vida, parece que una se gasta la vida entera como dice Marguerite Yourcenar en esos momentos y quién sabe qué será cuando una llegue al centro. Muchos de los nuevos paradigmas hablan del centro como de algo extraordinario, pero en la novela de ella y yo lo comparto justamente el centro es de los poderosos, el centro es de los que simplifican y creen que se puede hacer una vida divertida y elogiosa. El centro es lo único, el mundo de la pluralidad y en el centro no está el cuerpo ni está la palabra ni siquiera está el verdadero silencio.”   

                     Fragmentos del discurso de presentación de la novela en La Redonda- Santa Fe, 23-9-12

Jorge Paolantonio

"... Verolín hace que el lector se deslice por una narración en primera persona donde, con maestría, se evita la monotonía del "yo" a través de un desdoblamiento de la protagonista -Irene- que puede ser quien narra, quien escribe una carta. su fantasma, su reflejo espejado o "vivo" en un video. No hay oscuridad en el relato aunque el tempo narrativo se percibe en una especie de cámara lenta (y que recuerda el estilo de Clarice Lispector)..."
"... Podría resumirse el resultado de la historia en una frase temprana en la narración: "él aprendió a escuchar, ella aprendió a escribir". Pero "El camino de los viajeros" es mucho más que eso. La sensualidad de la palabra (por sobre lo corporal) supera los obstáculos que la protagonista debe sortear físicamente (víboras, "milicos", pozos, el alcohol) y revela en carne viva a esa mujer-niña. Irene se ve obligada a aprender que su mundo ya no será aquel donde una discusión o un disenso en lo ideológico podía costar una vida. Y en este juego de rechazos e identificaciones, crece una mujer madura dispuesta a encontrarse consigo misma"
                                                                                                                       octubre 1999.




                                                   

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"Una foto de Einstein tocando el violín”. Ediciones EM- Buenos Aires 2012. CUENTOS 


El cuento que le da título al libro se aventura hacia la aventura sexual, distante de las particularidades de un relato erótico parece profundizar más en el aspecto psicológico y hasta metafísico, el desborde sexual es semejante al cuento “Alimentos” del libro anterior en el que dejar de comer se convierte en una empresa tan devoradora como aquí lo es la práctica sexual.  En ambos casos siempre se está hablando además de otra cosa. El aporte literario está focalizado en la búsqueda de un tono que se va modificando en cada cuento, desde una visión ingenua que linda con lo pintoresco sin eludir el lirismo en “Pañuelitos” a  los matices paródicos y humorístico de “Mujeres que hablan” pasando por la evocación crítica de “El muchacho del revólver” o el recurso del distanciamiento que busca la intensificación del efecto en “El tren”, el libro se plantea como una propuesta cuentística en el sentido más literal en los lineamientos establecidos por el género.





RESEÑAS Y ABORDAJES CRÍTICOS sobre "Una foto de Einstein tocando el violín"

Roberto Ferro
“Los cuentos de Una foto de Einstein tocando el violín no se siguen uno al otro en una pacífica e irremediable sucesión acumulativa. Se presentan a la mirada del lector como un monograma que tiene la sinuosidad de un laberinto con innumerables entradas; en el entramado de las narraciones de Irma Verolín se despliega una urdimbre de múltiples inscripciones que afloja los bordes y multiplica los recorridos de lectura. Laberinto de escritura en el que los renvíos y los puntos de fuga son inquietas alegorías de viajes hacia lo inestable, la soledad, la infinitud. En cada trayectoria del monograma se injerta otro, los sentidos tejen la imposibilidad de la palabra definitiva, alejan toda consolación sedante. En los cuentos de Irma Verolín el cruce de la azarosa y arbitraria familiaridad con la orilla peligrosa de lo desconocido convoca la mirada que se anima a incursionar en su perpetua búsqueda de sentidos inasibles.

Texto de difusión editorial
Entrar en el universo de estos relatos supone abrirse a dos variantes: dejarse llevar por el viaje o instalarse en el espacio de la casa familiar,  ámbito cerrado, a veces opresivo, un vórtice que  con frecuencia   elige el patio,  conexión entre el  cielo y  la tierra, donde se cuela la intemperie y nacen las conversaciones.  De algún modo, entonces, la casa es el punto de partida de otra clase de viajes: el de la jaula de un canario que va y viene, el movimiento de pañuelitos que cumplen inusitadas funciones o el pasaje al otro lado en el que las leyes del mundo  han sido abolidas.
En los relatos en los que el viaje es el protagonista todo tiene un toque irreal. Un  avión arrasa con la noción de tiempo cronológico mientras se dirige hacia  la idealizada, mítica ciudad de New York, los trenes superan su cualidad de vehículos, la pantalla de la computadora revela una noticia impactante,  la ausencia de varias niñas invita a que se proyecten múltiples sucesos sobre un futuro imaginario,  una mujer en  su  frenética travesía pretende llegar a algo más  que un  lugar físico, como en el relato que le da título a este libro. Aquí el viaje en tanto metáfora tiene el sello de lo utópico, de lo inapresable, pero opera  al modo de una brújula  gracias  a la  cual las historias se despliegan, inquietantes,  irónicas, ambiguas, intensas.

Cristina Daniele

Una foto de Einstein tocando el violín  es el título del libro que reúne ocho cuentos, con los cuales la autora obtuvo el Premio Único IX Concurso Nacional Macedonio Fernández de Narrativa Breve, edición 2012, cuyo jurado estuvo integrado por Silvia Camerotto, Ana Bravo Adúriz y Roberto Ferro.
Las tramas desplegadas en estos cuentos giran alrededor de focos inquietantes y conmovedores, sus personajes circulan en situaciones ambiguas, atraviesan pruebas, muestran sus pensamientos más íntimos y exponen temas sociales, “La disyuntiva en arte es siempre qué se mantiene y qué se innova y en esa línea delgada nos movemos”, ha dicho la autora. Emotivas y sorprendentes, en sus historias suceden muchas cosas: amores, desamores, recuerdos, observación del pasado y las actitudes de personajes y narradores.
En palabras de Enrique Solinas, el estilo “camina por el filo preciso de un cuchillo que separa la realidad de la ficción. El uso de la primera persona –frecuente en su universo literario- convence al lector para pactar con la magia de la historia narrada, y lo instala en el centro de los acontecimientos”. Los cuentos que componen el volumen indagan sobre el desamparo, el pasado, el barrio de la infancia, el caos sorpresivo que interrumpe los ritos cotidianos, el peligro que aparece inesperadamente, el orden, el viaje como recorrido y como tiempo que pasa, el recuerdo, las pérdidas familiares.
Cuentos que invitan a la lectura y la relectura, en cada incursión por la urdimbre narrativa de Verolín hallaremos su delicado sentido del humor, una fina y honda observación, y un abanico de nuevos sentidos a historias de personas comunes, en situaciones comunes atravesadas por la perplejidad ante la vida cotidiana."


Enrique Solinas 
"En este libro de cuentos Irma Verolín despliega su oficio de manera brillante donde el motivo del relato puede surgir desde la anécdota para luego trascenderla.

Las políticas del género aquí se expresan de manera natural y nos permiten asomarnos al mundo de las mujeres, sus inquietudes, sus temores, sus sentimientos."


                            
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"La mujer invisible". Moglia Ediciones, Corrientes 2018.

  

La historia transcurre durante el último verano del siglo XX, a principios de 1999. Una mujer varada en la sofocante Ciudad de Buenos Aires recibe sucesivas cartas de su amiga con la que había planeado salir de vacaciones, pero que resultaron interrumpidas por el estallido de aquella, en principio, entrañable amistad.
La ciudad es más que un escenario, es un espacio de indagación, es un misterio a resolver semejante a la rara secuencia epistolar.
En medio del seductor espejismo que ejerce el clima porteño, los distintos personajes van adquiriendo envergadura para producir la atracción necesaria que nos incita a continuar leyendo.
¿Qué hace una mujer invisible en una ciudad así? La ciudad se había transformado en un abismo en el que no lograba conservar su equilibrio. El verano agobiante, tórrido, era un interminable domingo sin sucesos estridentes que pusieran en vilo las emociones.
El relato alcanza tensión a medida que la trama se va apretando en torno a un enigma que crece ante los ojos del lector, dejándonos con la sensación de la intriga final.
http://vivilibros.com/lanzamiento-mujer-invisible-irma-verolin/
http://sobrelibrosycultura.com/mujer-invisible-autora-irma-verolin/

Suplemento Literario La Gaceta de Tucumán. 






Pilar Romano:
La realidad cotidiana y la memoria de esa realidad parecen tener en su centro un espacio en el que suelen instalarse la imaginación y la vocación de contar. En su novela La mujer invisible Irma Verolín sitúa en ese espacio una historia que avanza hacia un territorio apasionante. Con destreza narrativa elige personajes humanos y también inanimados -un teléfono que no funciona, una bicicleta cuyas ruedas se desinflan, la desconcertante ciudad en lo más ardiente de un verano - con el protagonismo destacado de la soledad y unas cartas extrañas. Cartas que aportan el ingrediente de intriga y que -junto a los otros elementos- provocan poco a poco en el lector la sensación de no ser el destinatario sino parte de la historia, impulsándolo a seguir hasta su desenlace. Todo ello enlazado a reflexiones sorprendentes que son un inteligente buceo en los espacios interiores de los personajes y de la condición humana.

https://youtu.be/gGfnR0nK1KY


Germán Cáceres:
Desde el comienzo de la novela la escritora propone un tono sensible y melancólico. Para ello se vale de una prosa exquisita, de extraordinaria soltura, que opta por la morosidad (“El verano es esa estación del año que demuestra de una vez y para siempre que la vida se ha convertido en una quimera.”). Tiene capacidad para las descripciones y se nota que es una gran conocedora del idioma y una enamorada del lenguaje literario.
La protagonista –una profesora de Historia– narra en primera persona, y  en sus introspecciones se percibe una soledad abrumadora así como la de todos aquellos porteños que se quedaron en Buenos Aires en ese verano caluroso de 1999. Da una idea del clima de hastío y chatura que impera en la ciudad, y trae a la memoria Los alimentos terrestres, de André Gide, donde se enuncia “Una existencia patética, Natanel, antes que la tranquilidad…”
Ella, cuyo nombre no se menciona, reflexiona continuamente y hace asociaciones insólitas y muy originales, pero siempre plenas de sagacidad: “…hoy por hoy el mundo es tan móvil, tan fluctuante y tan dócil que ninguno de nosotros está capacitado por el momento para retratarlo, se nos escapa como una burbuja, se destiñe, se despinta”.
Son apasionantes los paseos que realiza en bicicleta por las calles de la ciudad y trae a la memoria el primer episodio (“En mi Vespa”) del filme Caro Diario, de Nanni Moretti, en el cual éste recorre en moto Roma durante agosto. Para nuestra profesora “El calor llegaba hasta mi pubis y también lo deshacía: entonces yo era una mujer invisible por ese motivo, sólo por ese motivo”. Se considera imperceptible porque siente que está aislada, vacía y señala –con angustia– la opacidad de la existencia. Y llega a afirmar: “Sólo soy eso: la mujer de la bicicleta”.
Y aparece Carlos, un amigo que es internado por una enfermedad que los médicos no llegan a diagnosticar, y le empiezan a llegar cartas de Alicia, una ex amiga, docente como ella, y a la que describe con anchas caderas, usando un gastado tapado y con una tiza en la mano. Se crea, así, una expectativa, una veta de suspenso sobre el paradero de Alicia y la salud de Carlos. Y, en cierta forma, el texto gira hacia el epistolario que recibe la protagonista y que se limita a leer ya que no lo puede contestar, pues Alicia lo hace entregar anónimamente por personas extrañas que encuentra al azar en su dudoso viaje de vacaciones.

En cuanto al hospital donde está internado Carlos, la enumeración pormenorizada de múltiples objetos, pasillos kafkianos, olores, ruidos y luces evoca esas obras de la pintura flamenca en las cuales estaba reflejado un universo.
En esta suerte de monólogo interior logra encontrar un conmovedor diario íntimo de Alicia, en el cual su ex amiga revela su dependencia del alcohol, el cual “…hace que no soporte la calle con su trajín, sus bocinazos, sus luces estridentes. Llevo el alma a flor de piel”.
Y, casi al final de la novela, la protagonista proclama:”Supe también que Alicia, y no yo, había tenido el coraje de ser una auténtica mujer invisible.”

Fuente: 
https://periodicoirreverentes.org/2018/07/30/%C2%A8la-mujer-invisible%C2%A8-de-irma-verolin/
http://letrasuruguay.espaciolatino.com/aaa/caceres_german/la_mujer_invisible_de_irma_verolin.htm
http://www.carlossviamonte.com.ar/2018/08/la-mujer-invisible.html

María Tolosa
                               Seres invisibles en la gran ciudad
«La mujer invisible», Irma Verolín, Moglia Ediciones, Corrientes 2018.

No sería aventurado afirmar que novela y ciudad han tenido un nacimiento prácticamente común y un desarrollo paralelo, así como la pequeña aldea fue creciendo para dar lugar a un conglomerado mayor, el relato breve de transmisión oral que podía ser acopiado en la memoria logró extenderse, gracias a la invención de la imprenta, para configurar un género más extendido. “La mujer invisible” es una novela sobre la ciudad de Buenos Aires, una ciudad omnívora, llena de luces y atributos, con un alto protagonismo pero  con  pocos habitantes, al punto que  se la percibe como a un personaje autónomo, muy  enfático,  casi   atravesado   por   la  mirada    del horror vacui, un   lugar  desbordado,   que encandila.  La    voz   narradora —reflexiva, especulativa—  afirma en la novela: «las ciudades se crearon para  señalarse a sí mismas»,  otorgándole de esta forma voluntad propia, como si se tratara de un ser vivo. A la carnadura y omnipresencia del espacio saturado, con rasgos de fuerte monumentalismo, los personajes  —la narradora, su amigo Carlos, la vecina entrometida, la amiga que escribe las cartas: Alicia—   se van desvaneciendo a medida que la trama se arma  en función del enigma de la escritura de esas cartas recibidas por la narradora sin estampilla ni matasello.  Novela de configuración de espacios en la que el primer espacio es el verano, un sitio con leyes propias, seguido por la ciudad, el hospital, la clínica, la piecita que aparece al final y luego ese gran río con su presencia que es también una ausencia, ante los cuales los protagonistas resultan empalidecidos.  
La historia ocurre en 1999, durante el último verano del milenio cuando los celulares eran escasos y la explosión de Internet aún no se había  producido con el impacto que luego produjo en la vida cotidiana, cuando los teléfonos fijos solían estar sin funcionar durante mucho tiempo, como  le ocurre a la narradora que relata en primera persona.
La invisibilidad no es solo una característica que define a quien escribe esas cartas sino que parece ser extensiva a cada uno de los personajes que se van deslavando en medio del clima soporífero y anodino del verano en una ciudad vaciada de gente, es  ante todo una suerte de marca de agua que vuelve difuso el perfil de Carlos quien,  al sufrir una enfermedad,  pierde lentamente  las características distintivas de  su personalidad,  de la misma manera en que la narradora siente que su propia vida se licúa. La invisibilidad de Alicia está agravada por circunstancias personales y no  únicamente por su desaparición en un viaje absurdo ante los ojos de la narradora. De un modo notable Verolín convierte al género cuyo eje es tradicionalmente el personaje en un espacio en el que se produce la disolución del mismo. Con algo de fantasmales estos personajes dan la impresión de estar  impregnados de una visión existencialista. Por otra parte  cada uno de ellos se torna más y más difuso  frente a la ampulosidad de la ciudad.
Con una prosa trabajada que incluye párrafos del diario íntimo, de literatura epistolar  en modo referido y un discurso que por momentos roza el lirismo,  lo real y lo imaginado se ponen en escena mediante el detalle de sutiles percepciones y la creación de atmósferas.  “La mujer invisible” introduce al lector en una historia en la que la intriga va profundizándose en torno a un  misterio que moviliza la acción hacia un desenlace inesperado.
Fuente:  https://ultimasnovedadeseditoriales.blogspot.com/2018/08/newsletter-n-35.html#

Paulina Vinderman
“ La mujer invisible me encantó”.  Conseguiste delinear la lasitud del verano que convierte a la ciudad en un espacio metafísico. Y además hay un misterio, una pesquisa. Te felicito.


Amalia Mercedes Abaria

"Una novela brillante que Irma Verolín escribe con pericia y pleno dominio del idioma. Verolín revela poéticamente su conocimiento sobre el alma humana en las reflexiones y vivencias de sus personajes." . 


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 "FERVOROSAS HISTORIAS DE MUJERES Y HOMBRES" , Editorial Ciccus, Buenos aires 2021.




Difusión  editorial: https://www.youtube.com/watch?v=4xDDBq7Qumc

Video Presentación: https://www.youtube.com/watch?v=yzkESqcRmEU

 Viví Libros: Promoción y venta https://vivilibros.com/producto/fervorosas-historias-de-mujeres-y-hombres/?fbclid=IwAR20r18fYaCof213SZZPHyxy13wj12SzRxO7KGPpOZN8vorYzYAupgOfZUA


“Cuentos de Irma Verolín” Caldenia, A la Arena La Pampa 16-5-21. http://www.laarena.com.ar/caldenia-cuentos-de-irma-verolin-2174366-5.html


“Nuevos cuentos: Fervorosas historias de mujeres y hombres” -La noticia Global  - Perú: https://lanoticiaglobal.com/nuevos-cuentos-fervorosas-historias-de-mujeres-y-hombres/


 “Fotogramas de una película de Lelouch”. Neaconatus. 26-6-21https://neaconatus.wordpress.com/2021/06/26/fotogramas-de-una-pelicula-de-lelouch/?fbclid=IwAR04w1aKOnW3P0mDKs8w-Fr_qyAHdrFdHCGAN9Wau8ZJepSEBCt_sImLqmc


 “El fervor de narrar”, Luis Benitez, Escritores.org. España

“Encanto y desencanto en historias de amor y desamor”, María Tolosa. Revista Cultura Argentina pag 90- 91- Revista Cultura Argentina pag 90- 91: https://www.calameo.com/read/006583797b32d8267b6dd    

  



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"Cuentos de mujeres leves", editorial Palabrava, Santa Fe 2023.

Programa de Tito Frette "Un buen momento": https://www.youtube.com/watch?v=b2g6lJoukos

La autora habla del libro:https://www.youtube.com/watch?v=C_O6HcB8fhg

Luis Benítez:

"Yo admiro la prosa de Verdín, pero particularmente los finales de cada una de sus narraciones breves, la parte más difícil (al menos para mí) del esquema narrativo aristotélico: comienzo, desarrollo y final, porque ella sabe darle un cierre exacto a todo lo que nos dijo antes y, en el mismo párrafo, brindarnos un giro inesperado que resume toda la historia. En un esquema tan rígido y preciso como el que implica un cuento, prácticamente un mecanismo de relojería, sin las digresiones que posibilita emplear una novela de trescientas páginas, es algo ciertamente muy arduo de concretar. Y doy dos ejemplos del libro en cuestión.

 

Dos dientes plateados

Narra la nieta la obsesión del abuelo por hacerse extraer los dos únicos dientes naturales que le quedan y que sostienen su dentadura postiza. El dentista se niega a hacerlo y al volver acongojado el anciano en el taxi por su fracaso al hogar, la nieta recuerda cuando siendo una beba se cayó de la silla de comer y su abuelo de 50 años no alcanzó a evitarlo: ella perdió dos dientes en el accidente y cierra Verolín: “Mepuse a llorar a los gritos sin sospechar que más allá me esperaban los dentistas, los taxis, la vejez, la lluvia, el mundo”.

 

Un remate perfecto que cierra el círculo temporal.

 El cumpleaños de una muchacha

Una jovencita a punto de cumplir sus quince años solo desea morirse, porque tiene la cara cubierta de acné y usa ortodoncia, mientras que toda su familia gira en tomo de la fiesta con el mayor entusiasmo. En el momento culminante de la celebración, la del cumpleaños engulle la muñequita de mazapán que corona la torta: se engulle a sí misma.

 Las mujeres que animan estas historias de Irma Verolín son criaturas que oscilan entre la callada desesperación, la frustración constante y la opresión patriarcal que les cierra la boca, aunque desde luego, la procesión va por dentro. Sonpersonajes fuertemente existencialistas; los conflictos y situaciones que deben afrontar no hacen más que poner en mayor relieve este factor común. Por otra parte, se destaca, como en otras obras de la autora, el logro perfecto de los climas sostenidos en cada una de las piezas, generalmente opresivos, densos, impregnados de aquello que no se hace explícito pero está palpablemente allí. Todo nos habla de soledad, de pérdida, de retroceso. Todo está sembrado por la melancolía. El hecho de que la diégesis se desarrolle habitualmente en lugares cerrados, como el seno del hogar, potencia notablemente el efecto buscado. Y un detalle a subrayar es el peso del protagonista presente en todas las historias: el tiempo. Sea porque varias de las mujeres son ya de edad, sea porque se marca ajustadamente el transcurrir, el tiempo, entidad impalpable pero omnipresente, atraviesa Cuentos de mujeres leves desde la primera página hasta la última.

Un Cronos que, como el antiguo dios de la mitología griega, efectivamente devora a sus hijas e hijos, pero que en estas historias, fruto del talento narrativo de Irma Verolín, lo hace lentamente, masticando vidas muy despacio, mientras ellas, las protagonistas de cada pieza, sufren esa deglución en silencio, guardándose para sí sus quejas, sus incertidumbres, sus desdichas y melancolías, aunque medianamente conscientes, algunas, de que efectivamente están siendo engullidas por ese algo inapresable que todo lo domina y todo lo vence.

Como se desprende de lo anterior, de las nombradas características de estas prosas, hay otro invitado inevitable en Cuentos de mujeres leves y es lo ominoso, el Unheimlich que menciona Sigmund Freud en su texto de 1913, titulado en español como Lo Siniestro.

Freud, que para la citada obra se apoya justamente en la estética y la literatura referida a lo siniestro y toma como ejemplo el conocido cuento El hombre de arena, de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, pero se afirma sobre la base de la definición brindada por el filósofo idealista alemán Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, señalando que este: ““enuncia acerca del concepto de lo Unheimlichalgo enteramente nuevo e imprevisto. Nos dice que Unheimlich es todo lo que, estando destinado a permanecerán secreto, en lo oculto, ha salido a la luz”.

Algo escondido que aparece, lo ya conocido que vuelve, sería entonces lo siniestro, lo ominoso. Es lo que les sucede a las protagonistas de Cuentos de mujeres leves, gracias a la magia escritural de Irma Verolín, capaz de producir el efecto de la irrupción de lo siniestro, levemente atenuado para que resulte a doblemente siniestro. ¿Qué más ominoso que comprar tres velas, como le sucede a la protagonista del cuento homónimo, para conmemorar en secreto el fallecimiento de su único hijo, y terminar con ellas en el cumpleaños del hijo viviente de una vecina, incluso aplaudiendo junto con todos los presentes mientras el rozagante chiquillo de ocho años sopla sobre esas mismas velas y las apaga?

O en otra de las historias de Verolín, titulada La cremación, cuando la protagonista acude a la incineración de los restos de su abuelo, acompañada por su hermano y su tío y, una vez culminada la ceremonia,el trío  termina hablando de asuntos livianos, para ponerle nuevamente un velo a lo ominoso que acaba de hacerse presente y les ha evocado lo bien conocido: que los tres también van morir.

La presencia de lo ominoso, muy difícil de asentar en una narración, la maneja Verolín con la misma efectividad que el ya citado Hoffmann, sin necesidad de emplear “efectos especiales" al estilo de las peores películas estadounidenses, esos que cambian inmediatamente de nivel a un cuento o un relato. Lo concretala autora mediante diálogos breves, situaciones apenas sugeridas, el juego de indicios que a la inteligencia del lector no escaparán porque son exactamente los precisos y aparecen donde deben hacerlo, no en cualquier otra parte.

Mujeres que saben o intuyen -en mayor o menor medida- qué es lo que les sucede y qué acontece a su alrededor y que sin embargo se abandonan a ello, sin oposición, sin lucha, como si el conflicto entre la conciencia de sí y su circunstancia fuera más temible que la circunstancia en sí; leves, definitivamente leves.

Este es el gran logro de esta colección de cuentos, de la pluma de una de las mayores narradoras argentinas contemporáneas, Irma Verolín, y estas mis modestas palabras sobre su obra más recientemente publicada"

EL LENGUAJE DE LOS CUERPOS                                                                           Por María A. Tolosa

“Cuentos de mujeres leves” de Irma Verolín es una serie de historias centradas en personajes con un trazado límpido y un perfil con algunas características comunes. Si algo los vincula sin duda se trata de la condición de sentirse perdidos en medio de su propia existencia: Una muchacha soñadora que cree tocar el cielo con las manos y su distracción empapada de emociones la sumerge en el desastre. Una joven que reniega del festejo de su cumpleaños y masculla su protesta para ejercitar finalmente su desquite. Mujeres solas en un departamento desarrollando pequeños rituales al final de sus vidas. Una mujer que intenta por todos los modos posibles desembarazarse de una calavera vagabundea en un mundo peculiar que da la impresión de haber roto con las pautas del que conocemos. Una señora ya anciana en constante perplejidad ante su presente y con dificultades para comprender su propio pasado. Todos los personajes de estos relatos parecen nadar en aguas desconocidas para que la frustración y el deseo encuentren un punto de fuga en peripecias por lo general inesperadas. En este libro hay dos relatos con niñas, el más breve se sitúa frente a una venta abierta durante la noche y la noche devora a la niña sin remedio. En el más extenso hay un viaje que aunque se presente como tal, se vislumbra menos como un deambular por el espacio territorial que como un atravesar el tiempo, esa materia inexacta e inaprensible que parece compartir con los personajes su cualidad, aquí los personajes son la niña y su padre rumbo a una locación suburbana que enhebra un discurso cargado de simbolismo. El último adquiere la estructura del viaje pero, aunque se desarrolla en el espacio físico, describe paralelamente una travesía más interior, más íntima. Lo distintivo en la escritura de estos textos reside en la construcción de una voz narrativa personal atravesada por la mirada melancólica. Una suma de elementos permanentes parece operar en estos relatos: las ventanas, la televisión, el trazado de un perfil determinado de la figura femenina y el casi obsesivo intento por capturar el sentido del tiempo. El tiempo, materia inasible, se perfila aquí con una pretensión de corporeidad. Probablemente sea la simbolización de la categoría temporal lo que marca el ritmo de estos acontecimientos o lo que subyace a la manera de un sustento por debajo de las peripecias y el perfil de los personajes. Personajes que no enuncian, no saben o no pueden hablar y entonces el cuerpo ocupa el foco de la escena. Hay un conflicto entre cuerpos y palabras que no se resuelve y en torno a esa tensión se entreteje el núcleo del conflicto. A falta de palabras el cuerpo se expresa a través de acciones que denuncian, bien cabe aquí la remanida frase “El cuerpo grita lo que la boca calla”. En la sucesión de historias aparecen cuerpos afectados por la vejez y la enfermedad, cuerpos imaginados al confeccionar camisetas de fútbol, cuerpos tensos ante lo incomprensible, la percepción de una niña del cuerpo de su padre. Los cuerpos ausentes en Noche inmensa, en Tres velas y en Mac. El cuerpo vulnerado, el cuerpo que se rechaza a sí mismo. En este no decir el silencio cobra envergadura. Las situaciones son posibles porque los personajes tienen alguna clase de problema con el cuerpo, con su noción de cuerpo, su ausencia o su malestar. Cuerpo muerto de la cremación y otro cuento que es la historia de una calavera se encuentra en la mitad física del libro como una tematización de este planteo. También hay en varios cuentos mujeres viudas para las que los cuerpos de sus difuntos maridos adquieren cierta cualidad fantasmal. Sin embargo lo remarcable en estos relatos es el trabajo de lenguaje que está sin duda al servicio de la creación de un clima que introduce al lector en un microcosmos envolvente y sugestivo. Si bien estos relatos funcionan separadamente sin conexión argumental se infiere con claridad la construcción de un sólido universo narrativo en el que este libro suma su aporte a una obra creada con anterioridad. Merece ser mencionada la excelente factura de impresión que estuvo a cargo de Palabrava, impecable y de buen gusto.


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"Relatos del fin del mundo", editorial Ápeiron, Madrid, España, 2024



Los relatos de Irma Verolín narran íntimas historias que transcurren en un universo repleto de tías, abuelas, vecinos, padres ausentes y patios de antaño. Perfiles de la vida en un barrio de la Ciudad de Buenos Aires en pasadas décadas. La niña que relata nos muestra el mundo desde un estadio de pensamiento mágico. Las peripecias son variadas: el deseo de viajar por una escalera, una ruptura amorosa, el descubrimiento de la escritura de las primeras letras, la lluvia en un patio desata una fantástica transformación, encuentros con una añorada hermana, la relación de una jovencita con su tía, un congreso de escritoras que desnuda ocultas identidades, los avatares de un domador de mariposas, una niña que asiste a su madre moribunda con cantidades de espejos, dos pasajeros desconocidos en un viaje en avión, un padre obsesionado con ir a la guerra y algunas más que se desarrollan en sitios más alejados del barrio y la casa familiar. Nos encontramos con un texto de trabajado lenguaje que brinda una visión original y un entramado de historias que logran capturar al lector para sumergirlo en una atmósfera subyugante y una visión particular del mundo desde el límite sur del continente americano.

"Relatos del fin del mundo" de Irma Verolín

Por Omar Ramos

Una introspección entre lo real y lo onírico

  En estos cuentos de Irma Verolín, titulados Relatos del fin del mundo, publicados por la editorial española Apeiron Ediciones (2024), la autora no sólo aborda una temática diversa, con atmósferas y tramas que atrapan al lector, sino que también despliega los recursos literarios del cómo lo escribo, tan o más importante que el qué escribo. Estos recursos le infunden potencia expresiva a los textos, además de darle nuevos significados, dejando que muchas veces la interpretación sea completada por el lector. Verolín trabaja sobre la introspección de los personajes al transmitir emociones con el objetivo de crear historias donde se destaca lo ambiguo sin caer en lo confuso.
El libro se inicia con un prólogo y se estructura en tres partes que comprenden diecisiete relatos, donde la unidad está dada por la atmósfera, por momentos onírica y misteriosa, y por el tono de la narradora, una voz directa y a la vez elaborada, un punto medio entre la prosa sutilmente descriptiva y la acción continua y precisa.
En el relato La escalera en el patio gris, la infelicidad de la casa familiar conduce a una adolescente de catorce años, que vive con su hermana melliza, los abuelos y una tía, a soñar que, subiendo por la escalera de pórtland del patio, viajaría a otros mundos, por eso hablaba de Simbad, el marino, y sus viajes. En medio párrafo la autora define el final donde a pesar del esfuerzo de la protagonista, la realidad se conjuga en una fantasía sin salida.
  Hay una niña que gira alrededor de la columna es el título de otro de los cuentos que  no ha sido narrado en forma lineal ni explícita. El misterio de la evocación parte de una narradora adulta que relata los avatares de una niña que es ella misma, en un misterio que abarca todo el texto, con interrogantes “como la fabulosa historia de una madre viajera, una historia tan absurda como un par de lentes oscuros a las siete de la mañana”.
Papá soñaba con hacer la guerra sorprende por iniciarse en un realismo que describe “la atención, los dedos ágiles, el revólver,” un hombre mejor preparado que nadie para guerrear y se introduce en un sueño donde se borran los límites de lo verídico y lo fantasioso.
Las marcas que denotan una época están en varios relatos, acercándose la autora a un tenue y no recargado costumbrismo en Manzanas de caramelo, con la mención del calentador Primus.En Hay una niña que gira alrededor de la columna se alude varias veces al jabón Limzul; en Mi hermana Iris a Elvis y Marilyn Monroe.
La presencia velada de la autora, quizás como un elemento lúdico que alude a la creación literaria en boca de sus personajes, está reflejada cuando dice “Escribo cuentos”, en el relato Manzanas de caramelo, y “Escribo, qué otra cosa puedo hacer” en Hay una niña que gira alrededor de la columna. Estas escenas le imprimen al libro una sutil dosis de lo autorreferencial, que desvía por un momento el núcleo de la trama y a la vez abre la imaginación del lector a otros sitios para retomar de inmediato a la historia central, enriqueciendo de ese modo el texto.
Las tareas del hogar y, yendo más allá, el rol que la sociedad le imponía a la mujer a mediados del siglo XX, se expresan en Pañuelitos, donde la abuela de la narradora detestaba planchar y si embargo cumplía la tarea: metáfora de un mandato social como casarse y tener hijos. El mundo gira y es redondo, mientras la abuela refriega sus pañuelos y la acción transcurre y ella descubre la forma y lo que pasa en la Tierra aunque ya sea tarde.
Congreso de escritoras describe la diversidad de mujeres que concurren a un evento literario, algunas nativas y otras extranjeras, famosas y no tanto, afectadas todas por el hecho externo del mal funcionamiento del aire acondicionado que trae el calor, el agobio, el silencio y el saberse una mujer sola.
El muchacho del revólver relata el descubrimiento de la pantalla luminosa de la computadora, donde la protagonista se pregunta qué está haciendo y para qué, en un buscarnos y buscarse, y encontrar el desenlace fatal del personaje evocado.
En su prólogo a estos Relatos del fin del mundo, la autora se pregunta si estos textos no tienen “esa marca de extranjería con la vida, ese tono de nostalgia; si los personajes no padecen la misma falta de anclaje con la existencia porque nací aquí, en este borde continental”. Es que ese crisol de hombres y mujeres de diversos países que lo poblaron en sus orígenes, le dio a la Argentina una identidad todavía por conformarse, a lo que se suma, incluso, la invisibilidad de sus pueblos originarios. Sin embargo, estos relatos, aunque respiren nostalgia y saudades de tierras lejanas, están diseñados, con un sagaz y trabajado lenguaje. Las historias se narran con diferentes estructuras y con un registro propio de la autora, que pertenece a este país austral, pero su literatura es universal. No es casual que hayan sido editados en España, quien nos diera, entre otros legados culturales, el idioma, lo que conlleva un gran logro para la autora y sus Relatos del fin del mundo.

https://www.victoriaocampo.com/RevistaVer.aspx?ID=55


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"La noche inmensa y otros cuentos". Editorial Nuevo Siglo. Córdoba 1997. Incluye los cuentos: La noche inmensa, Papá soñaba con hacer la guerra, Dos diente plateados.  
























   
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           LIBROS PUBLICADOS EN COLABORACIÓN